Entre los 25 y los 40 años aparecen los primeros signos de envejecimiento. Suelen ser rasgos cansados, piel mate, a la que le falta su luminosidad natural y vitalidad, además de deshidratación acompañada de pequeñas arrugas.
Estas marcas precoces de envejecimiento cutáneo son la consecuencia de una nutrición insuficiente de la piel, asociada a un estrés oxidativo provocado por todo el que nos rodea y la manera en que vivimos (contaminación, agentes externos, alimentación desequilibrada, estrés, etc.). Estas agresiones cotidianas acaban para debilitar la piel y empobrecer las reservas de nutrientes de los que dispone. Para compensar todas estas agresiones y sus consecuencias se hacen necesarias curas que hidraten, protejan y devuelvan la luminosidad y la energía a la piel por evitado los primeros signos de envejecimiento.
La desnutrición de la epidermis se refleja a la belleza de la piel: mato, apagón, con poca luminosidad y pequeñas arrugas.
Nuestro estilo de vida nefasto por la piel nos expone a unas agresiones externas evidentes, y hay que ser previsores y mimar nuestra piel. La contaminación ambiental del aire impide ‘respirar’ a la piel porque contiene menos oxígeno, indispensable por el buen funcionamiento de cualquier célula. Como consecuencia, se frena la renovación y la actividad celular, mostrando una piel seca y rugosa. Además, tenemos que sumar el humo del tabaco, el pulso, los vapores de los productos de limpieza, etc. que fragilizan la capa de hidratación que protege la piel.
El estrés y el cansancio de la vida cotidiana provoca una pérdida de luminosidad, aparecen tensiones musculares y la piel tiene un desgaste más elevado de nutrientes como vitaminas, oligoelementos, sales minerales… Una alimentación equilibrada nos aportará esta falta de nutrientes: comer la cantidad de fruta y verdura recomendada, menos carne y más fibra y tener cura con las bebidas alcohólicas (que provocan la vasodilatación de las venitas de la cara e inflamación del contorno de ojos) son algunos de los hábitos que tenemos que adquirir.
Pero también el invierno es una gran fuente de problemas cutáneos. En esta época del año las glándulas sebáceas producen menos grasa, impidiendo luchar correctamente contra las agresiones del frío. La piel pierde su barrera protectora y se deshidrata, se pela fácilmente, se más vulnerable, se irrita y se vuelve seca y tirante.
Por lo tanto, se importando aprender a cuidar nuestra piel desde jóvenes para evitar por todos los medios el envejecimiento prematuro. Habrá que limpiar diariamente el cutis con leches o geles desmaquillantes, aplicarnos una crema de día adaptada a nuestro tipo de piel y teniendo en cuenta los factor externos que sufre, un suero por la noche que potenciará su efecto y el producto específico por el contorno de ojos. La cosmética nos ayuda a tener la piel calmada, hidratada y protegida ante las agresiones externas. Si ya detectas algún síntoma de envejecimiento, empieza a tratarte rápidamente, quizás pronto aparece aquella indeseada arruga.